Años atrás, en un día de invierno con un temporal de viento, de esos que levantan verdaderas cortinas de agua del lago hasta grandes alturas, Esteban Yefe iba en su bote de madera en dirección a Petrohué. Había salido desde Playa Bodega y a la altura del Chilcón, un ventarrón levantó su bote desde la popa, hundiendo la proa, de modo que se llenó de golpe completamente de agua. Hasta la cintura en el agua, Esteban quedó a la deriva sin poder hacer maniobra alguna, entregado a la suerte hacia donde el viento lo llevara y en peligro de perecer por hipotermia.
Por casualidad, Reinaldo Hohf vio desde su casa al hombre en el agua con el bote prácticamente desaparecido. Apenas se veía la borda. Bajó rápidamente al muelle para socorrerlo. El viento era tan fuerte que apretaba su lancha contra el muelle y le costó bastante poder zarpar. Entre tanto, su señora trató de ir a la casa de Rolando Sánchez para avisarle del accidente y pedir su ayuda. Las ráfagas tenían tal intensidad que ella cayó varias veces al suelo. No pudo seguir, sino regresar a casa gateando. Ella no sabía que Rolando había salido a Pichi Laguna en su bote y que justo en ese momento estaba regresando. Entre los dos, Reinaldo y Rolando, pudieron salvar a Esteban y remolcar su bote al puerto. Con un baño caliente, un cambio de ropa y gracias a su buen estado físico, Esteban se repuso rápidamente. Quedó demostrado: salir a navegar en esas condiciones de tiempo tan adversas es un riesgo demasiado alto.
Autor: Hayke Meinardus